01 abril 2016

No habrá más penas ni olvido

El amor es como la Revolución: sólo puede ocurrir si las condiciones —coyuntura, actores y, por supuesto, voluntades— están dadas. No existe ninguna otra posibilidad. New Pompey tiene, entre otras tantas virtudes, varias historias de amor fracasado, de amor sin que personajes y escenarios lo comprendan, lo arropen, lo hagan realidad. Y lograr este ‘si-no’, en literatura moderna, es una enorme virtud.

Los que hemos tenido la suerte de leer a Horacio Convertini (Buenos Aires, 1961) en otras obras, La soledad del mal, por ejemplo (Premio Silverio Cañada 2013 a la mejor primera novela en la Semana Negra de Gijón), o alguno de sus cuentos, Uru, por poner otro ejemplo (Premio Cosecha Eñe 2010), sabemos con qué tipo de historias vamos a encontrarnos, con qué candores, con qué derrotas, y con qué nobleza discursiva. Convertini perfila personajes —siempre— cotidianos, construidos con ese engrudo y esa perfecta simpleza que solamente nace en la narrativa perfumada de barrio.

New Pompey es una novela sobre el regreso, sobre lo determinante del pasado, y sobre lo que no pudo ser. Porque el amor —en todas sus versiones— nunca termina de producirse. Cali (personaje central del libro) no sólo vuelve al barrio de su adolescencia sino que vuelve al núcleo mismo de aquellos años: la casa de sus padres. Pero sus padres están muertos y es ese el elemento que dispara todas las pulsiones, hegemonizadas en la orientación sexual del protagonista. Cali es homosexual, ‘puto’, que se dice —peyorativamente— en Argentina. Y su barrio, Nueva Pompeya, donde ser ‘macho’ es una condición excluyente, funciona constantemente como barrera. Cali es, a todos los efectos, un prisionero de su propia condición.

Dice Convertini que para poder escribir New Pompey fue necesario ponerse en la piel de Cali, retroceder a la segunda mitad de los años setenta y verse a sí mismo siendo ‘puto’ en cada uno de los epicentros que dan razón de ser a un barrio —obrero, humilde, chungo—: los amigos, las esquinas, el club, la familia. Y es altamente interesante la construcción que hace el autor sobre los padres de Cali, y sobre cómo ser homosexual es ‘lo impensable’ y nunca —por supuesto— es una opción. Ser ‘puto’, ser ‘no-macho’, ha destruido los sueños de sus progenitores y ha terminado de convertir la vida de Cali en un inmenso fracaso.

Pero esa gran noche que es New Pompey —todo ocurre en esa noche: el no-amor y el frío y la redención y el pasado— no habría sido posible sin la aparición del mejor amigo de Cali: el Chino Reilly: el anti-Cali, tan opuestos y, sin embargo, tan cercanos. La visita de este filoso personaje será la puerta de acceso a un acontecimiento —más o menos policial— que dejará a Cali ante ese gran anhelo de la literatura que es la redención. Porque todo lo que no pudo ser, todas las derrotas —acumuladas, pesadas, oscuras—, podrán, al menos, maquillarse y hasta exonerarse en el mismo escenario que las generó. Ahí tiene Cali la coyuntura idónea, Y tiene, también, a los actores. Pero deberá tener voluntad.

El amor es como la Revolución. Y Horacio Convertini, con esta novela redonda, no hace más que ratificarlo

[reseña publicada en ELEMENTAL, El País, 30/03/2016]