08 septiembre 2009

Fragmentos

(...) "Fangio me había mandado a vigilar a una profesora gorda y tetona cuyo marido inquieto juraba y perjuraba que ella lo estaba engañando con un alumno de gafas. Las infidelidades, en potencia o en acto, repudiadas o consentidas, son moneda corriente en la agencia para la que trabajo. También son moneda corriente en este mundo nuestro tan desmejorado o desvergonzado y poco serio. Aunque sólo podamos ver lo que otros sueltan por casualidad y en el momento menos pensado, lo que se les cae casi de sus bocas, una noticia mal vista en el telediario, un comentario escuchado sin querer, en el metro o en la parada de autobuses o en el supermercado o mientras tomás un café en cualquier cafetería o barra o sala de espera, por la noche pero también por la mañana o durante el día, lo que Fangio me exige siempre que vea o intuya y hasta imagine cuando los ojos no alcanzan a esclarecer nada. Andá, Nene, me dice con sus modales
 carreros, chispeame a este pardillo, a este paquete, a esta gualdrapa y a la zorra de su amiga, a este par de cafres buenos para nada, a esta panda de garrulos, de drogatas, a la pendeja viciosa que éste y éste otro se van a terminar enfiestando si no le paramos el carro antes. O tomá, date una vueltita silenciosa por esta dirección, por esta galería, por este negocio, por esta sala, quedate esperando en esta mesa o en esta esquina o en este semáforo o cruzá y seguilo, sí, seguilo a morir, vaya donde vaya y haga lo que haga vos seguilo como si fueras no un perro sino su perro, su puñetera sombra, seguilo hasta que se meta en el hostal, en el hotel, en la pensión, en el portal o en la concha de su madre, si es que tiene y no lo abandonó de chico en la placita de Tellier. Eso, me dice, no lo abandonés ni muerto porque es la última oportunidad que tenemos, Nene. Pero hacelo con carpa, eh: nadie puede enterarse de tus movimientos. O no la pierdas de vista que esa mina sabe mucho. O que no se te piante porque ese menda es bravo y nos puede joder bien jodidos. Y anotá todo, me dice Fangio mezclando formas de acá y de allá, mezclando léxico de los dos países en que vivió, tan lunfardo a veces, tan castizo otras veces, tan maleducado y altanero siempre. Vos anotá, me dice. Anotá todo, no dejes nada: horarios de entrada y de salida, de llegada, todo, si escuchás un eructo o vos creés que están cogiendo en la penumbra o él cagando y ella desnuda boca abajo sobre la cama. Sacale fotos con el móvil o comprate una cámara descartable de ésas de dos duros porque la mía no te la presto ni en pedo. Grabá lo que dicen, me dice, palabra por palabra: los gemidos y las toses: con el móvil o, tomá, llevate este grabadorcito, las pilas te las debo, eso sí. O vas a tener que tranzar con éstos o con aquéllos para que suelten prenda o callen lo indecible. No tenés excusas porque hay gente de sobra en la calle: pordioseros y buscas y negras de coño violeta que te chistan al pasar: ¿le viste la conchita a una negra joven alguna vez?, me dice y se ríe como un hijo de puta. Hay gente de sobra, Nene, todos jugados y sin fichas. Para enterarte apalabrá a un chino de esos que venden bocadillos de madrugada, que siempre están ahí, sea invierno o verano, llueva o truene o nieve o el sol te parta el culo desde la altura, porque esos muñecos ven todo, escuchan todo, y la mayoría de las veces callan y hacen como que no vieron ni escucharon pero sí, Nene, sienten los pasos de la policía aunque estén a un kilómetro de donde ellos montaron el taburete de mierda ese que usan para exponer la comida y la bebida que niñatos y drogones o borrachos terminarán comprando para bajar el alcohol o pasar el bajón que da la merca y también los porros o el pastillaje. Decile, me dice a veces, si vio algo raro, cualquier cosa, cualquier dato o pesquisa, que te haga gestos, señas, sonidos o morisquetas o que lo intente con palabras sueltas, en castellano o en catalán o en chino mandarín. Si no habla zamarrealo bien zamarreado que no pesan un carajo, o tirale un par de ñoquis cortos. Dale, Nene, andá nomás, me dice y yo tengo que ir a hacer todo eso que me dijo y algunas cosas más que él no me dice porque lamentablemente se sobreentienden."
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fragmento extraído de La mala espera [capítulo II]. EDAF, 2009