
Uno empieza a acumular años en esta ciudad, también cariños y aficiones.
Sin embargo -y para las malas lenguas que seguro saldrán al cruce- este hecho lejos está de poner en duda mi sentimiento sanlorencista: todas las tranquilidades se resumen en la siguiente premisa: para que San Lorenzo y el Aleti se enfrenten en un partido oficial tienen que ocurrir dos acontecimientos que suponemos imposibles y hasta utópicos: que el primero gane la Copa Libertadores, que el segundo gane la Liga de Campeones. El absurdo total. Y todo en un mismo año.
Algo se mueve al sur de la ciudad.