24 febrero 2009

Tumbas

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Por si acaso, me quedo quieto y abro los ojos: la oscuridad lo es todo. También el frío: un frío como de cartón prensado que no claudica. O el paladar de la desgracia que me hace creer en el cielo nuestro de cada día. Frío en la oscuridad, mandrágora y kerosén. Cartón. Ojos abiertos en medio de todas las malarias. Toco tierra y madera y palpo lo que no existe. Enterrado escondido maniatado. Vivo en un agujero cual soldado covachero protegiendo su fusil. Vivo debajo de una lápida donde apenas se lee mi nombre. Vivo y sobrevivo en lo más profundo de la caverna. Vivo por vos, así. Por tu figura de arcilla y por tus dedos (deditos) de mágica bienvenida. Y me hago el muerto por conveniencia: para que cierre bien cerrado el sarcófago, para que no se me vuele la mortaja, para que no se me mueva la peluca, para que no me detectes cuando sudo la fiebre del recuerdo. Escondido y engrillado y sepultado. Húmeda es la tierra que me une a la oscuridad.

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extraído de
Arder en el invierno
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