27 enero 2009

Quijotes

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Veo una salida al final del interminable túnel. Una luz, una medalla. Unos ojos de gato presentes en la oscuridad. Veo y entiendo que no todo es lo que parece: que los señores de escafandra fumigan su propia derrota. Ignoro qué pretenden. Mi madre cuenta las horas y su jefesucha los billetes. Mi hermano se quedó en la selva (diciendo: y si nos matan ganamos igual). Su presencia es infinita y no ha nacido el hombre que pueda combatirlo. Y ese que va ahí, ese que cruzó las villas con sotana y pelo rubio, ese que supo impartir la hostia a cara descubierta. Ese: hermano mío también. Ah: con honores, una mujercita de ojos negros va cantando de camino al paredón. Tienen que creerme si les digo que es mi hermana. Y no va sola en el acoplado de aquel camión militar. Sigo viendo al personaje desgarbado que enfrenta a los gigantes, que los reta y encara y vence. Cuánto miedo llevan los de la escafandra: cuánta indigencia: cuánta voluntad de nada: pistola y rifle y carabina. Revuelvo en la basura: el invierno se me hace corto porque la verdad vuela bajo. Medalla rutilante del 11 de noviembre. Coraje y soledad. Ojos de gato que repiten con certeza: vengo a aprender de ustedes la vida y no la muerte. Y no la muerte.

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extraído de
Arder en el invierno
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