22 enero 2009

Pirámides

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Mañana (cuando empiece a perseguirte) voy a trepar como un monito hasta la rama más alta de mis pensamientos. Clavaré las uñas para no caerme. Usaré también las piernas, los glúteos, el pecho. Subiré y desde arriba podré divisar tus pasos. El andar que me enseñaste cuando todavía era temprano para que lo aprendiera: cuando todavía no podía seguirte como se sigue la estela vigorosa de un avión a chorro. Qué tiempos aquellos y qué tiempos estos. Armaba el Rastri pieza por pieza, el mecano verdecito de los años sin tiempo. Construía torres y fortalezas. Muros. Muros imposibles que sin embargo superamos. Que sin embargo asaltamos y vencimos con la soga que después me ahorcó. Oh muro murito que pasaste de amigo a contra. Quiero volver a treparlo. Quiero volver a ganar. Quiero ganarte y que me ganes, treparte y que me trepes: poner la mano caliente encima de los apuntes del examen más difícil. Poner la foto en blanco y negro con una chinche en la pared. Esa será mi función cuando deje de perseguirte y sólo me quede una piedra en el bolsillo del impermeable. La última: la que corona y hace pico y completa. La que cierra y nunca miente. La que te debo. Sí. La que te debo.

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extraído de
Arder en el invierno
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