Sólo unas marcas, eso es lo que seguirán siendo. Como
puntas. Como flechas. Como la madrugada y el viento en la cara y la zona
horrible de la memoria. Como los arañazos a la altura del hombro que durarán lo
impensable. Como minas. Y todo será eso. Un choque en medio del campo. Una
calabaza suelta en el fondo de la cuneta. Jaulas. Escudos. Caricias. Sangre. El
gajo de mandarina colgando de la boca. Nos dirán que no fue cierto. Que aquello
no era un faro ni aquello una entrepierna ni aquello otro una moneda enseñando
el lado ganador. Nos dirán con mala lengua y peores intenciones. Que. No fue
cuestión de modos. Que no fue estrategia. Aunque corrijamos todos los folios de
todas las historias. Los puntos. Las comas. Los párrafos ciegos. Tendremos la
espina. Si es que puede llamarse así. Del codo a codo buscado en la tempestad.
Del fogonazo que nos encendía. De tu sí que nos encendía. De las horas y los
días y los años. Sólo serán marcas. Enterradas a modo de trampa. Sigilosas.
Cuando nadie se ocupe del tiempo.