Soñar. De eso se trataba. Y esperar, también. Una rama de
olivo. Una casa con cruces. Un anillo. El cielo despejado, protector, brillante
de oscuridad. Vos dándome la espalda, hecha un ovillo. Hablabas dormida.
Repetías una serie de sustantivos. January white Seoul fourteen. En ese momento
nada cobraba sentido. Nada. Apenas el lejano sonido de una gota dando contra la
losa. Apenas el perfume de las sábanas. Apenas yo. Y vos dándome la espalda. No
sabía si calcar tu postura hundiendo la nariz en el malevaje. En tu nuca
escondida tras el malevaje. Entonces te diste la vuelta. Entonces pude ver cómo
movías los labios, cómo repetías palabras. Quise que fuera uno de esos sueños
en donde uno siempre intenta huir. Quise que se abriera la noche. Que la gota
dejara de dar contra la piedra. A menudo hablabas en sueños. Decías. Por
ejemplo. Meses. Colores. Ciudades. Números. Y yo sólo quería que dijeras mi
nombre. Ahí, en medio de la huída. O tan siquiera en la vigilia.