13 marzo 2013

25.Acueductos

Por supuesto que nos escondíamos constantemente. A veces hasta nos perdíamos. A veces en el fondo más inhóspito del sitio menos pensado. A veces por las noches pero generalmente durante el día. Como dos dráculas envenenados por la impaciencia. Siempre tras un arrebato que siempre salía desde alguna escandalosa parte de nuestros cuerpos. La ciudad era ese mapa. Y ya no teníamos marcha atrás. Tu mano derecha apretando el cuello de un abrigo. Mis ojos sobre esa mano. Y entre ese cuello y esa mano y esos ojos. El fogonazo que nos cegaba. Por supuesto nos revolvíamos constantemente. A veces hasta quedarnos dormidos en la penumbra del parqué. A veces amanecía y otras veces amanecíamos untados de mermelada. Nos perseguía una suerte de vaticinio. Nos perseguía la ciudad aunque la reemplazáramos viajando en aviones imposibles. Éramos dos vampiros bajo un sol de justicia. Sin opción de refugio. Sin opción ni movimiento. Con todas las certezas envueltas en papel de fumar.