17 abril 2010

Semiótica de los títulos


Hace más de diez años -bastante más- tuve la suerte de leer una novela que cambiaría para siempre mi modo de enfrentar la creación literaria. Se trata de La vida entera, de Juan Martini, autor al que ya nunca pude dejar de admirar, y cuyas obras siguientes -e incluso anteriores- tuvieron mucho que ver en algunas importantes decisiones que fui tomando antes y durante la concepción de ciertas obras de ficción. “Leer esta novela ha sido para mí como soñarla”, escribió en la introducción de aquella novela un melancólico Julio Cortázar.
Oír la frase ‘la vida entera’ -en cualquier sitio o bajo infinidad de circunstancias- es para mí volver a soñar aquella historia que Martini publicó por primera vez en 1981.
Ahora resulta que la traducción al español del último libro del israelí David Grossman se titula igual. Y me lo cruzo por todas partes: en escaparates, en listines de novedades, en blogs y entre las manos de bellezas que, por las mañanas, leen en el metro de Madrid.
Y algo me aturde, confieso.
La traductora responsable del libro de Grossman, Ana María Bejarano, declaró por ahí que la traducción plana era algo así como ‘Mujer que huye de la noticia’.
Y yo me restriego inútilmente al grito de ay Ana María, por qué no usaste el traductor de Google.