"La señora Maruca se marchó. Oyeron todavía su voz que vagaba por el patio como bolitas de vidrio que golpeasen en el aire, tan vocecita, menudo, apretado soplo, y después oyeron el ruido de los chirimbolos que quedaban por transportar, y aun por el ruido el Príncipe los reconocía a cada uno".
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Haroldo Conti,
Mascaró, el cazador americano