11 diciembre 2008

Lienzos

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Voy con los pinceles a un sitio secreto que hay más allá del terraplén. Ahí mismo, una tarde fría, me enseñaste la parte más blanca de tu cuerpo. Todavía puedo verla. El terraplén separa las vías del ferrocarril austero de una canchita de fútbol donde sólo juegan los guapos. El terraplén (más bien sus adyacencias) tiene mucha historia. Aunque la historia del bendito terraplén no puedo contarla ahora: ahora voy con mis pincelitos, melancólico pero arrojado. Voy en busca del rincón secreto. Voy porque ahí sé acomodar mejor las letras y las palabras y la puntuación. Voy como si el verbo ir me llevara de la mano. Entonces me escondo. Me hundo y me unto. Me encierro. Me hago cueva y cerebro y mago. Estiro la hoja blanca y comienzo a soltar oraciones que unidas representan aquella tarde: tu cuerpo erizado y puro. Soy, por un instante, el artista plástico que garabatea las sensaciones. Soy el que plasma y se arrepiente y vuelve a plasmar. Cierro los ojos: te veo de espaldas desabrochándote la camisa. Escribo la tensión de ese instante y el terraplén se me viene encima con toda su historia de malandras olvidados. Sé que hubo un invierno en el epicentro de mi vida. Una tarde fría en la que todos los ardores se juntaron para mí. Sé que ya no los tengo pero el sitio secreto me ayuda a entender que todos los inviernos se parecen entre sí. Y que voy a seguir esperando la parte más blanca de tu cuerpo. La que me llena los folios de historias. La que me convierte en artista. La que sueño cada vez que voy al sitio secreto que ya no existe.

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extraído de
Arder en el invierno
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