31 mayo 2011

Un 'cacho' de cultura

No me gusta el tunning. Tunear las cosas, quiero decir. Los coches, por ejemplo. Me resulta una de las expresiones sociales más descerebradas de los últimos veinticinco años y que sólo sirve para poner en evidencia cuán absurdos y ridículos y fantasmas nos hemos convertido los occidentales.

Hace poco, el responsable de una de las casas de estudios más importantes de Asturias cedió –cómo decirlo: ¿autorizó, aprobó?- predios de dicha institución académica para que allí se celebrara una exposición de coches tuneados.

Estupendo.

No es mi intención evaluar o determinar qué es cultura y qué no. Pero hay que tener muchos huevos –y una gran careta- para salir al cruce y decir que la Semana Negra de Gijón no es una actividad cultural. Que es una secta, una reunión de feriantes y amiguetes –todos rojos, claro-, y cosas aún más peyorativas y falsas.

Los que alguna vez participamos de la Semana Negra sabemos perfectamente que no sólo es una actividad cultural sino que es una verdadera fiesta de la cultura. La más grande en tanto libertad de expresión e independencia ideológica. La única capaz de reunir –sin pagar un duro a nadie- artistas consagrados y emergentes, nacionales y extranjeros, de derechas y de izquierdas, con el sano y voluntarioso propósito de mantener vivo algo más que un género narrativo.

Para quiénes todavía no lo sepan, todo el follón se generó por cuestiones políticas. Esa es la chusca verdad. Aunque la administración asturiana intente disfrazar los motivos con argumentos de una majadería sorprendente. Por esto, hasta hace unos días, el futuro de uno de los festivales españoles de mayor reconocimiento internacional, era casi indescifrable. Y habría sido tan triste. Porque la Semana Negra es buena para autores, editores, lectores pero también es buena para la ciudad de Gijón, para su gente. Para Asturias y para España. Hay personas -en Francia y en Argentina, por poner un ejemplo- que saben dónde queda Gijón en el mapa sólo y exclusivamente por la Semana Negra. ¿Conocen este dato los representantes políticos? Y si lo conocen, ¿les importa? Y si no les importa –como ha quedado claro-, ¿saben los gijonenses que a sus representantes les importa un carajo la promoción de la ciudad?

Al final, el espíritu de la organización y el compromiso de muchos compañeros y compañeras han hecho posible que la XXIV edición de la Semana Negra de Gijón pueda celebrarse. Y aunque esto no acaba aquí, hoy por hoy todos deberíamos estar felices. Cualquier otro resultado hubiese sido un episodio desgraciado que habría cercenado un poco más nuestro ya tan chiquitito escenario cultural.