10 julio 2007

Nieve de julio

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Me dice que está nevando y yo no le creo. Es Nueve de julio, “Un día perunista”, titula Olé por la Copa América y el Argentina-cuatro Perú-cero. Está nevando en Buenos Aires, me dice. No te creo. No es verdad. No puede ser. Ahí no cae nieve: no la vi en veintisiete años; no la vio mi padre en sesenta y cuatro ni mi madre en otros tantos; no la vieron (en Buenos Aires) mis abuelos que, ahora, están todos muertos. No te creo, che.
Pero es Nueve de julio (nueve-de-julio / nieve-de-julio) y estoy en el aeropuerto de Málaga, lejos de vos, esperando. A ciudades como Madrid siempre hay que esperarlas: son mujeres hermosas que saben de memoria que son mujeres hermosas.
Cae la tarde, además. El calor del sur es su arma letal y tan lacerante. Y tan bonita. Hago así y en la piel huelo restos de arena, la acidez del mar, el recuerdo de Santi cuando me abraza porque sí. Cuando es julio ya no pienso que en Buenos Aires es invierno cerrado. Antes lo hacía.
Antes.
Ahora me dice que está nevando. “Bastante”, agrega. Yo no le creo y hasta pienso que me toma el pelo. Intento imaginar el frío de julio pero se me va la vista en aquella tele que pone IB0227, Madrid, boarding. La palabra boarding titila interminablemente. No puede estar nevando en Buenos Aires. En Bariloche o en Siberia sí, pero no en Buenos Aires. Exagera, pienso. Quiere impresionarme o simplemente explicarme que hace mucho frío. Mucho mucho, como todos los julios.
Que miente, pienso.
Que miente por algún motivo que yo ignoro.
No me mientas, le digo.
Ya no hace falta.